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Transición energética y sus desafíos. ¿Qué rol tiene Colombia?

Nuevas Tecnologías en Geociencias

La transición energética es una de las transformaciones más importantes del siglo XXI. A medida que el mundo avanza hacia fuentes de energía más limpias y sostenibles, las geociencias juegan un papel crucial en la identificación y gestión de recursos naturales como el litio, el cobre y las tierras raras, esenciales para las tecnologías renovables. Sin embargo, este cambio no está exento de desafíos, especialmente en América Latina y Colombia, donde las economías dependen en gran medida de la explotación de hidrocarburos y minerales.

En el ámbito global, países como China y Estados Unidos lideran la inversión en energías renovables, con cifras que superan los $500 mil millones anuales. Mientras tanto, en América Latina, Brasil y Chile han logrado avances significativos en la generación de energía solar y eólica, mientras que Colombia todavía depende en un 70% de los combustibles fósiles. La diversificación de la matriz energética es una necesidad urgente, pero las barreras económicas y geopolíticas han frenado la implementación de soluciones a gran escala.

Las proyecciones indican que, si las emisiones globales continúan al ritmo actual, la temperatura promedio del planeta aumentará 2.7 °C para 2100. El desarrollo de sistemas de pronóstico avanzado, basados en modelos geofísicos y climáticos, podría ayudar a mejorar la resiliencia frente a estos cambios. Sin embargo, la inversión en investigación y en medidas de resiliencia en los países latinoamericanos sigue siendo escasa. Mientras que algunas naciones han avanzado en la adopción de tecnologías sostenibles y en el conocimiento del subsuelo, Colombia se ha quedado rezagada, con un presupuesto irrisorio destinado a ciencia y tecnología representando solo el 0.24% del PIB, frente al 2.8% en países de la OCDE. El avance tecnológico y la formación de investigadores es clave en esta transformación. El manejo de instrumentación moderna, como satélites, centros avanzados de análisis de datos y estaciones de monitoreo, proporciona datos precisos para la toma de decisiones.

Un aspecto paradójico y poco discutido es el impacto ambiental que genera la propia transición energética. La creciente demanda de minerales esenciales para esta transformación, que se encuentran en bajas concentraciones en la corteza terrestre, conlleva efectos negativos sobre recursos vitales como el agua y la producción agrícola. La minería de litio, clave para las baterías, tiene un alto costo ambiental y social, lo que plantea dilemas en regiones de América Latina ricas en estos minerales. Asimismo, la instalación de grandes parques solares en zonas anteriormente destinadas a cultivos ha generado graves consecuencias sociales, económicas y ambientales, poniendo en evidencia los desafíos no previstos de este proceso. Equilibrar la producción de energía con la protección del sector agrícola es un desafío clave para el futuro.

El abandono de los hidrocarburos en Colombia representa un desafío de gran magnitud, especialmente si se tiene en cuenta que el gas natural, considerado uno de los recursos de transición menos contaminantes, cuenta con importantes reservas en el Caribe colombiano. En la actualidad, el sector petrolero contribuye aproximadamente con el 7% del PIB y el 40% de las exportaciones del país. Una transición mal gestionada podría desencadenar un aumento del desempleo y una crisis fiscal sin precedentes. Por ello, es fundamental adoptar un enfoque equilibrado que permita el desarrollo gradual de energías renovables, al mismo tiempo que se diversifican las fuentes de ingresos y empleo. Además, será crucial invertir en infraestructura y en la capacitación laboral para mitigar los efectos negativos en las comunidades que dependen económicamente de esta industria.

En comparación con otros países de la región, Colombia cuenta con una diversidad geológica que le ofrece oportunidades para participar en la transición energética, aunque enfrenta desafíos considerables. El país posee importantes reservas de cobre, un mineral esencial para las redes eléctricas y los motores de vehículos eléctricos, ubicadas en departamentos como Tolima, Caldas y Antioquia, aunque su explotación aún se encuentra en etapas incipientes. Asimismo, cuenta con yacimientos de níquel, clave para la fabricación de baterías, como el de Cerro Matoso, uno de los más grandes de América Latina. Mientras Chile lidera la producción de litio, y Perú y México destacan en la extracción de cobre, a nivel global China domina la refinación de tierras raras y otros minerales críticos, lo que genera una fuerte dependencia en la cadena de suministro mundial. Para fortalecer su posición, Colombia debe fomentar la exploración responsable de estos recursos, mejorar su capacidad de procesamiento y manufactura, y evitar depender exclusivamente de la exportación de materias primas sin valor agregado.

Colombia tiene el potencial de liderar la transición energética en la región si logra equilibrar el desarrollo económico con la sostenibilidad ambiental. La implementación de políticas energéticas claras, el fortalecimiento de la educación en geociencias y la inversión en tecnologías renovables pueden posicionar al país como un actor clave en el futuro energético global. La transición es un reto complejo, pero también una oportunidad única para construir un modelo energético más resiliente y equitativo.

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